sábado, 21 de noviembre de 2015

58 Un enorme vacio



Un Enorme Vacio ®



Para recordar tu imagen, Mª Jesús saque de mi viejo cajón de los recuerdos,

aquellas fotos que con mi antigua máquina fotográfica saqué.

Yo te vi joven y hermosa con tu traje blanco de novia.

Parecías una rosa blanca que se abría al nuevo día.

Te casabas, por fin te librarías del yugo paterno que tanto mal te hizo.

Ya serias libre, dejarías de ser la cenicienta de una casa donde solo eras la

doncella que siempre fuiste.



Dejarías a un lado esa cruz que el destino te impuso al nacer.

Yo te vi, radiante y con luz propia, te vi de un lado a otro atendiendo a los

invitados riendo con ellos, se te veía orgullosa y feliz.

Aun rio cuando a veces yo llamaba a vuestro teléfono, para saber de ti.

la simpatía te desbordaba y no parabas de reír,

yo creo que hasta tu marido se reiría, al sentirte así.



Ya nunca más seria la sirvienta de la casa de tus padres,

ya nunca más tendrías por que soportar desprecios y humillaciones.

Pero el destino ese maldito destino que a veces nos acompaña al nacer,

de nuevo te tendría preparado una nueva condena para ti.

Nunca Dios te concedió descendencia alguna,

no te permitió el placer de ser madre, el sueño de toda una mujer.

No nos dejaste el testimonio viviente

de tu paso por esta breve vida que Dios te concedió vivir.



Si te libraste de las cadenas paternas,

pero no de las cadenas que el destino te ato al cuello,

las cadenas más gruesas y pesadas que la misma vida.



Yo fui testigo de tu lucha por seguir viviendo

sin perder esa sonrisa tuya angelical

esa sonrisa que solo los ángeles como tu poseen por gracia divina,

esa sonrisa que todo lo ilumina

esa sonrisa que hasta el corazón más apenado sus penas olvidan.



Quisiera olvidar aquel fatídico día,

en que salías de aquel humilde cementerio de pueblo.

Venias del brazo de tu marido muy apenada pero tranquila y serena.

Habíais dejado para siempre allí dentro a la madre de él.

Como si heridas de guerra se tratase, me mostraste tus cicatrices;

cicatrices de la lucha que mantenías con la muerte.

Esa despiadada muerte que te pisaba los talones.



Pero tú sonreía nuevamente levantándote el cabello,

me mostrarte aquel horror que yo no pude disimular

La muerte pude ver rondando tu cabeza,

las piernas se me doblaron y temí caer a no ser porque me agarre.

Y tú sonreía como si aquello no fuese contigo

y solo fuese un desgarrón en vestido viejo

del que te quisiera desprender



Nuevamente del brazo de tu marido te vi marchar;

tranquila y serena como si no tuvieras prisa por llegar

Es la última imagen que en mi memoria para siempre de ti quedará.

Después de eso un inmenso vacío en el alma,

ya nunca más esa sonrisa celestial en ti veré.

Que el cielo te dé allá donde estés, lo que aquí no te supo dar.



             

De Amores

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